Política afrodescendiente
Orlando Rivero
Una nueva generación de
afrodescendientes, joven y universitaria, pide cancha sin romper con el
pasado para abrir espacios en el difícil mundo de la política institucional.
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“Me hice
de izquierda leyendo a Betervide”, dice Orlando Rivero, de 34 años, a punto
de egresar como psicólogo, militante del Partido Socialista e inspirador de
la Organización Social Salvador, en homenaje a uno de los principales
referentes sociales y políticos de la comunidad. Pertenece a una nueva
generación de varones y mujeres activos contra el racismo y en defensa de su
comunidad, con formación universitaria, críticos de las políticas estatales,
que han formado un enorme abanico de organizaciones de pequeño tamaño,
enfocadas a temas puntuales, ya sean de género, de estudiantes o educativas
que enseñan los profundos cambios que vive el mundo afrodescendiente.
El
tema fue la reciente creación de una unidad programática afrodescendiente en
el Frente Amplio, en la que dirigentes y militantes pretenden marcar una
impronta en el programa que orientará al próximo gobierno. “La participación
de las personas involucradas es insustituible, por eso la creación de esta
unidad”, explica Rivero. “Debemos romper un paradigma que dice que se puede
resolver los problemas desde una sola visión, lo que no excluye la
participación de personas que no sean afrodescendientes, pero mezclados, en
todo caso.”
LAS
HUELLAS DEL PASADO. Los verdaderos revolucionarios, dice una máxima del siglo
pasado, nunca se comportan como si la historia empezara con ellos. La
recuperación de Salvador Betervide (1903-1936) parece en sintonía con el
crecimiento de una comunidad que se niega a ser folclorizada, como si sólo
tuviera vida en el candombe y el fútbol.
Nacido
en Melo, Betervide se recibió de abogado a los 22 años y fue el primer negro
que integró el Colegio de Abogados. Ejerció su profesión como defensor de
oficio y se afilió al Movimiento Avanzar de Julio César Grauert, en el
Partido Colorado. En 1936, la revista Nuestra Raza impulsó la creación del
Partido Autóctono Negro (pan), del que Betervide fue su primer candidato a la
Cámara de Diputados.
“Somos
una generación de militantes y activistas políticos que hemos encontrado en
la búsqueda de nuestro pasado los principios ideales de nuestro presente.
Desde los primeros africanos revolucionarios hasta los procesos políticos en
los que hoy nos encaminamos, todos somos parte de esta lucha libertaria”,
escribió en la revista Nuestra Raza.
Rivero
recuerda que luego de 1830 Uruguay pasó por crisis importantes vinculadas a
las cuestiones raciales por la enorme cantidad de esclavos afros, “que en
muchos lugares superaban a los blancos, y eso explica en alguna medida el
fomento de la inmigración europea”.
A
principios del siglo xx “hubo políticas de Estado que hicieron que un sector
de la comunidad mejorara su calidad de vida. El batllismo empezó a meter
gente en empleos públicos, de muy baja calidad, en los servicios como
porteros, pero empleos estables por primera vez en varias generaciones. Alba
Roballo también lo hizo. Ahí surgieron elementos transgeneracionales porque
eso les permitió educar a sus hijos, aunque fuera un porcentaje muy pequeño
de la comunidad afrodescendiente. Pudieron acceder a la vivienda propia,
salieron de la pobreza más extrema”.
Aunque
ayudó a un pequeño sector a mejorar su calidad de vida, Rivero considera que
a largo plazo el paternalismo batllista fue negativo porque no permitió que
la persona se emancipase y generó una camada de dirigentes cooptados por el
Estado que impidieron que el incipiente movimiento afro tomara un rumbo
autónomo. “El paternalismo te coloca en un lugar de dependencia. Y esa
dependencia se enseña también a los hijos. La gente vieja educada en aquella
época batllista, como mi abuela, te decía: ‘nunca escupas la mano del que te
da de comer’. Ella fue empleada doméstica y hasta el día de su muerte adoraba
a su patrón.”
Sin
embargo, la experiencia batllista podría ser replicada en una escala mucho
mayor por los gobiernos del Frente Amplio, incluyendo cambios de carácter
estructural. “Desde 2005 estamos acostumbrados a hacer recortes de la
población y atenderla focalizadamente. Pese a las políticas sociales y la
mejora de la calidad de vida, los afrodescendientes pobres ganan un 20 por
ciento menos que los blancos en el mismo empleo.”
CENTROS
DE MEMORIA. Llama la atención, luego de varios episodios de agresión contra
afrodescendientes, la dificultad de la sociedad uruguaya para reconocer que
existen comportamientos racistas, pero sobre todo para considerar que el
racismo es estructural, cuando datos oficiales aseguran que el 70 por ciento
de las empleadas domésticas pertenecen a esa comunidad...
Fuente:
Brecha digital
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martes, 5 de enero de 2016
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