POLÍTICA, SUEÑOS Y
REALIDADES
FACETAS DE LA POLÍTICA, UN LIBRO INÉDITO
DE JOSÉ PEDRO
CARDOSO
Prof. Fernando López
D’Alesandro.
La última vez
que vi a José Pedro Cardoso, ya sobre el final, cambiamos apenas unas palabras.
La despedida me quedó grabada para siempre: cuando me dio la mano, el apretón
tenía la fuerza, increíble, de un hombre joven.
En agosto de
2003 llegó a mis manos Facetas de la
Política. Esperaba encontrarme con la habitual especulación teórica, más o
menos seria, que ha dibujado el perfil del socialismo uruguayo. Comencé a pasar
las hojas con las defensas altas para contrarrestar la acostumbrada lluvia de
datos y elaboraciones teóricas fundadas en los textos habituales.
Para mi
asombro el trabajo de Cardoso es
exactamente lo opuesto y hoy este texto de hace cuarenta años sorprende por su
actualidad pero, sobre todo, por su utilidad. No encontré un gramo de
abstracción en sus páginas sino, por el contrario, análisis y propuestas sobre
la política práctica y operativa, tan necesaria hoy en día. Político pragmático
y de acción, José Pedro Cardoso transmite en sus páginas la fuerza que tuvo siempre,
la misma fuerza de aquel apretón de manos de sus días finales, hace seis años.
Quizá
acuerdes conmigo no sólo sobre la vigencia de sus posiciones, sino también, por
lo premonitorias. En política es muy fácil ser profeta de lo acontecido, pero es
casi imposible prever lo que vendrá con exactitud quirúrgica. Espero que el
asombro que despertó en mí la justeza de sus prevenciones no responda sólo a un
despiste personal del que esto escribe y sea confirmado por todos aquellos que
en cualquier nivel de militancia o compromiso político busquen respuestas
prácticas sobre el hacer y el construir. Desde su experiencia política –y casi
sólo con ella- en 1974, a los 71 años, Cardoso analizó aquella época oscura,
las bases de la praxis política, el papel de las organizaciones y el accionar
de los hombres con sus vicios y sus grandezas. Hoy, cuando por primera vez en
nuestra historia las fuerzas de izquierda acarician la posibilidad de la
victoria, la palabra de Cardoso aparece como una sabia enseñanza, pero también
como una experta advertencia.
LA MILITANCIA
Y LOS HOMBRES
La militancia
es, primero, vocación: “[…] un elemento
esencial para la afirmación y el encauzamiento de la vocación política es la
toma de conciencia de la realidad social en la que va a reflejarse y actuar la
vivencia de los sentimiento vocacionales, integrándose en una formación
ideológica acorde con ellos”. Es el entorno social el que genera la
conciencia y encausa la vocación política, abonada por la formación ideológica
que estructura, no al militante perfecto –que no existe- sino al militante
capaz de entender su realidad y cambiarla.
Claro, la
política es hecha por hombres y sus errores y mezquindades no pueden escapar a
un análisis realista como el que Cardoso nos deja. “El político en cuyas actitudes domina el afán de ser valorado por
encima de los demás, el vanidoso, crea, más tarde o más temprano, problemas,
conflictos, enfrentamientos en los que pueden confundir y arrastrar a muchas
personas, y producir situaciones críticas que, sin ese componente –a veces
lindante con lo patológico- podrían encaminarse a soluciones acordes con los
hechos reales”. Así, este tipo de personaje hace de “su falsa modestia en procura de demostrar hasta en su indumentaria, en
la manera de comportarse en al tribuna y en otros detalles externos, su prurito
de juzgar mal o bien las reuniones según lo que él haya podido hablar”. ¿No
hemos visto y sufrido, a personajes por el estilo? ¿No se han vuelto comunes en
la izquierda conforme nos acercamos a la posibilidad del poder? ¿Cuántos, al leer estas páginas, recordaremos
a aquél que se alejó cuando no pudo acceder a esta o aquella posición? Sin duda
la ambición existe, pero vale si, como decía Gramsci, sirve para elevar a todo un colectivo, tanto
en lo partidario como en lo social. A los personajes que describe Cardoso, la
historia los olvida rápidamente. Tanto como a aquellos “que abandonan un partido de la clase obrera para incorporarse a uno de
los que hoy son llamados ‘grandes’ partidos de la burguesía, […] son personas
cuyo cambio está determinado por intereses y apetitos personales”. Estas
líneas, escritas quince años antes de la ruptura del Frente Amplio, son demasiado
premonitorias como para ser pasadas por alto. Basta recordar el derrotero
político de los escindidos y su pálido final en filas del coloradismo, para
comprender que la experiencia de Cardoso y su agudo análisis, si bien no ofrece
leyes –imposibles de hacer en política- nos da una guía sobre las conductas,
vital hoy para entender los peligros que nos pueden acechar de cara al poder.
Pero así como
sufrimos lo anterior, también vivimos el camino inverso: “Nunca me cansaré de llamar la atención sobre la posibilidad de cambios
profundos en materia ideológica, en jóvenes sobre los que las influencias
educacionales y ambientales moldearon un pensamiento reaccionario y que, luego,
aleccionados por los hechos y por otras influencias intelectuales y morales,
llegaron a la liberación de las raíces oscuras que los ataban a la reacción”.
EL PARTIDO,
EL FRENTE Y LA UNIDAD
“Triunfan de los temporales y la
tormentas los partidos que tienen una definida concepción ideológica, política
y organizativa”.
El partido es
un instrumento, jamás un fin en si mismo. Pero así como es necesario darle a la
organización un cuerpo teórico coherente para la acción, su estructura general
debe constar, como partes fundamentales, de democracia interna, disciplina y
crítica. “[…] el aprendizaje demuestra
que tales cimientos se fortalecen cuando tenemos la permanente preocupación de
educarnos políticamente, cuando las decisiones surgen del ejercicio real de la
democracia interna, cuando se acepta la disciplina y se repudia toda formación de
grupos y fracciones, cuando se procura la erradicación del sectarismo y del
dogmatismo, cuando la crítica y la autocrítica se ejercen lealmente, cuando
tenemos presente, en cada momento, que no puede haber avance sin vinculación
estrecha con la realidad de las masas populares, cuando somos estimados y
respetados dentro de la unidad del pueblo”. Sin duda lo anterior es básico,
para “la acción propia o independiente
como en la acción conjunta con otros partidos”. Pero hay una clave
fundamentalmente práctica, simple y clara, sin la que ninguna organización de
izquierda podrá triunfar: “conocer el
país”.
Daría para
largo analizar la teoría de los frentes populares. Diremos solamente que la
experiencia acumulada al respecto desde la década de 1930 en el mundo nos
enseña que las unidades de este tipo tienen dos caminos a futuro, su
disgregación o su consolidación progresiva. La cuestión más problemática para
analizar estas experiencias son las razones de sus éxitos o de sus
frustraciones.
Sin duda el resultado se vinculará más a la realidad de la
acción que a la especulación teórica, por tanto el estudio puntual de cada una
de ellas responderá a las realidades históricas que les tocó vivir. El Frente
Amplio tiene la suya en particular, que Cardoso desglosa en diversos sentidos. “Hemos aprendido en esa práctica –nos
dice- que, cuando se unen fuerzas
diferentes en torno a un programa común, de trascendente proyección, debe
tenerse presente la influencia de dos elementos de consolidación y dos de
disgregación de la unidad. […] Claridad y firmeza en cuando al concepto básico
de que un movimiento de esa índole no es concebido para cumplir una etapa
limitada por una contienda electoral, sino para una acción política de fines
trascendentes. Lealtad a los compromisos contraídos para la lucha unitaria y en
las relaciones establecidas entre los componentes de la coalición”. Los
elementos que lo disgregan son: “Tomar el
movimiento unitario como un instrumento político efímero destinado a solucionar
problemas coyunturales […] usarlo para cubrir objetivos y métodos distintos a
los que motivaron la constitución del movimiento”. Ahora bien, ¿cómo se
mantiene la vigencia del Frente, especialmente en 1974, cuando se escribieron
estas líneas? “Por encima de vicisitudes,
de represiones de todo tipo, por encima de la imposibilidad de cualquier
expresión pública que signifique funcionamiento orgánico, aún bajo la forma de
reuniones mínimas del Frente o de cualquiera de sus grupos componentes […] por
encima de la aplicación del ‘plan mordaza’ a todas las publicaciones, con
Seregni preso, se ha mantenido vivo el sentimiento de unidad, una especie de
‘mísitica’ frentista. Y esto es un hecho
político. No es una creación romántica: es una realidad política. Quienes la
desconozcan errarán el camino”. No tengo dudas sobre la fuerza de la
mística frentista. Soy un convencido de que el Frente Amplio resurgió en 1984
como producto de ella y se mantuvo firme y ganó en Montevideo a pesar de la
ruptura en 1989, cuando la derecha aplaudía la fractura y firmaba su partida de
defunción. Y a la larga, el Frente no sólo triunfó, sino que volvió a convocar
y a ampliar su espectro con el Encuentro Progresista, como condición necesaria
para el triunfo. De nuevo, Cardoso lo percibió: “Es, precisamente, en este terreno, en un proceso con esas
características –proceso en el que la dinámica del Frente Amplio deberá jugar
un papel impulsor que sobrepasará sus propios límites- en el que sitúo el hecho
histórico del progresivo acortamiento de distancias políticas entre
organizaciones, movimientos y tendencias del pueblo al producirse su
convergencia hacia los objetivos de la Revolución Nacional”. Y se pregunta ¿Frente? ¿Alianzas? ¿Movimiento orgánico, con otras características? No
se. Será un movimiento de masas auténticamente nacionalista, es decir, al
servicio de la Nación, de su libertad política y económica. Para ello será
necesario que tenga, y habrá que tenerlo, un contenido programático
verdaderamente liberador”.
El Frente
Amplio es un fenómeno político que los cientistas sociales no logran explicar a
cabalidad.
¿Qué es lo que hace mantener unidas a organizaciones diversas? El
hecho de que aquellos que se han separado de la unidad hayan fracasado, muestra
a las claras la fortaleza de la propuesta.
¿Pero sólo la mística explica el
éxito político? Si sólo nos centráramos en ella para explicar la historia, nos quedaríamos cortos. La unidad se
explica en los hechos y es también esa realidad, tantas veces, la que se
encarga de tirar abajo el mejor modelo teórico. “Las masas comprenden y sienten que, especialmente cuando se tiene en
frente una fuerza que ataca con saña, la unidad es ineludible, y que aquellos
que desde dentro, con actitudes sectarias o con deslealtad al solidario
compromiso común, dividen lo que debía estar unido, están debilitando al
movimiento liberador y facilitan así los planes del enemigo. Abordada la
empresa liberadora a través del camino de la unidad es primordial, es vital que
este sea realmente recorrido y que en ningún momento sea obstaculizado por
intereses grupales”.
LO SOCIAL, LO
POLÍTICO Y LA COYUNTURA HISTÓRICA
Cardoso veía
como inevitable el papel de la clase obrera y de los partidos de clase en la
construcción de la herramienta política. “Todo
movimiento de liberación debe tener como garantía a la clase obrera
influyéndolo en posiciones claves desde el punto de vista de las
responsabilidades de la conducción. Es una clase que, como tal, difícilmente es
llevada a promover la acción violenta contra el Estado capitalista sin estar en
condiciones de enfrentar su respuesta represiva, como también es difícil que un
movimiento que integra pueda ser conducido a posiciones equívocas o débiles en
sus relaciones con la burguesía”. Uruguay acababa de pasar por la
experiencia de la guerrilla urbana, expresión clasemediera –“en nuestro país se [ha] producido una
violenta radicalización de numerosos integrantes de ciertos sectores de la
clase media, -señala Cardoso- incorporados
a las filas del movimiento tupamaro o simpatizantes con él”- con todas su terribles
consecuencias. La experiencia tupamara reafirma, en tal sentido, la necesidad
de que los partidos obreros dinamicen el proceso de la unidad. Los hechos
históricos demostraban, duramente, cómo el inmediatismo pequeño burgués hundió
al país en la frustración y la dictadura, consecuencia inevitable de la
irresponsabilidad.
Pero no sólo
los partidos obreros son los actores del cambio: “Aparece muy claro, pues, que los imperativos de la conciencia política
de los sindicatos, que los condujeron, primero, a plantear, junto con sus
reclamos económicos inmediatos, las líneas básicas de un nuevo régimen de
producción, de comercialización y de finanzas públicas; que los han llevado,
luego, a una resistencia memorable y a una lucha difícil contra la dictadura,
los llevará también a jugar un papel de primer plano en el futuro político de
nuestro país”.
Pero así como
Cardoso analiza el perfil del movimiento popular y sus alterativas futuras,
también nos ofrece sus puntos de vista sobre los responsables de aquella
situación. Ocultos detrás de lo que llamaba los
disfraces políticos, los partidos tradicionales hicieron de la demagogia su
forma de acción, del disfraz ideológico el manto que cubrió su inoperancia y su
entreguismo para terminar como hoy, viviendo “el emparejamiento o indiferenciación ideológica de los dos viejos
partidos llamados tradicionales”. La consecuencia política de este proceso
partidario fue inevitable y hoy la seguimos sufriendo: “Las ficciones democráticas producidas en la superestructura política,
por encima o en la superficie de las causas básicas, profundas del proceso
nacional, al ir quitando al pueblo su real poder de decisión, han contribuido a
poner los resortes del Estado en manos de los intereses, nacionales y
extranjeros que dominan la economía y han contribuido, así, a la quiebra
violenta de las instituciones que ha sumido al país en la crisis integral en
que se debate”.
Los disfraces
cayeron el 27 de junio de 1973, pero advertía que “a pesar de los conatos definidamente fascistas que se manifiestan en
su seno y que quieren dar permanencia al régimen, caerá un ilevantable y
sancionador telón sobre el gobierno presidido por Bordaberry y su fase
predecesora. Los pueblos siempre vuelven por sus fueros”. Y volvería –como
lo hizo- como “pueblo organizado con
objetivos de cambio social, que en el Uruguay de antes fueron atributos sólo de
las corrientes más avanzadas. Se convertirán en objetivos de grandes masas,
fortalecidas por aportes sociales y políticos a impulsos de la nueva conciencia
que la dictadura oligárquica a contribuido a crear con su política crudamente
clasista y su represión”.
Cardoso
esperaba que “sectores clarificados de
las fuerzas armadas” jugaran un
papel acorde con “la lucha del pueblo por
sus derechos libertades”, cosa que
no sucedió. Lo que si aconteció fue “la
conjunción de fuerzas diversas” que allanaron el camino hacia la
democracia. Pero tenía claro que no podía darse “un programa de cambios ambicioso, mucho más allá de la conquista de
las libertades y los derechos esenciales”. A pesar de que los aliados
circunstanciales en el camino de la apertura democrática no iban a ir más allá
de la recuperación institucional, esa lucha profundizaría la unidad
progresista, pues “nadie sufre más que
los trabajadores las consecuencias de un régimen oligárquico y autoritario,
sabe que está en juego su libertad y su pan y que, para defenderlo, es
políticamente limpio y legítimo unir sus esfuerzos con los de todos aquellos
que, en una etapa extremadamente crítica de la vida nacional, buscan una salida
común”.
El resultado
final de la apertura, proceso en el que Cardoso fue un protagonista clave, le
volvió a dar la razón. Ni la multipartidaria buscó ni pudo darse un programa
económico social, ni la frustrada CONAPRO logró hacer realidad los acuerdos
trabajosamente firmados. Sin embargo, la unidad popular, expresada en el Frente
Amplio primero y en el Encuentro Progresista años después, demostró que la
unión de todos los que buscamos “una
salida común” sigue siendo el camino.
LA TIERRA
Dejo para el
final uno de los problemas fundamentales del país, al que Cardoso dio especial
importancia a lo largo de toda su carrera política: la reforma agraria. Dejada
de lado desde hace mucho, llama la atención que en un país como el nuestro,
donde la agropecuaria es –y ha sido siempre- el factor clave de la economía y
del poder, no esté presente en el debate político de las fuerzas progresistas.
Sin temores
ni reservas, Cardoso se pregunta por qué los partidos tradicionales, que
manosearon el tema tantas veces, no se decidieron nunca a realizarla. “Es que se ha producido la fusión del
capital territorial y el capital financiero e industrial, [y] hay
representantes de esos intereses en ambos partidos”, reafirmando así la
visión de que blancos y colorados son uno y lo mismo. Ni el Instituto Nacional
de Colonización cumplió su función original, debido a que “los mismos agrupamientos políticos que le dieron existencia legal no
le dieron los recursos necesarios y trabaron su actividad”.
En Uruguay “el régimen de propiedad del suelo adquiere una significación
principal como infraestructura de las acciones políticas, aunque estas se
presenten encubiertas por otros enfrentamientos. Una estrategia que no lo tenga
en cuenta se aleja de la realidad nacional. El poder político en el Uruguay
ejerce, entonces, una influencia decisiva en el mantenimiento de una forma de
explotación agraria que, a fuer de anti-económica para el país, es
anti-nacional”.
Conocedor de
la acción en política, sabía que la realización de la reforma agraria “no es tarea sencilla ni breve”, por el
contrario, la aprobación de los instrumentos jurídicos adecuados, “no es más que la apertura de una gran
tarea”, para que la tierra deje de ser un bien especulativo y se transforme
en bien social.
“Expropiar y distribuir la tierra no
es hacer la reforma agraria”, aclara. “Es, si, su
base ineludible. Sobre ella se edifica y se conduce el nuevo proceso productivo
con sus inmensas posibilidades”. Naturalmente, que Cardoso era conciente de
las tensiones que se desatarían, pues de todas las transformaciones que
necesita el Uruguay, ninguna “determinará
enfrentamientos políticos más duros y violentos que el que originará el cambio
de la producción agraria”. Y en esa lucha, lo que denomina “la coalición capitalista” resistirá codo a codo. Solo la conformación de
un movimiento político “popular, nacional
y unitario que, tal como consta en las bases programáticas del Frente Amplio,
levante el postulado de la reforma agraria como una bandera de liberación nacional”
podrá contrarrestar el asedio del
bloque conservador.
Un libro es
sólo un libro, pero cuando expresa verdades duras y muestra que el cambio es
posible, se transforma en un arma más eficaz que cien ejércitos. Por eso estas
páginas de 1974 no pudieron ser leídas en su momento. Luego, la vorágine
militante las postergó para un mejor momento, que aun no llegó. Para muchos
serán utopías, para otros sueños irrealizables. “Si, sueños –nos dice Cardoso- que
ponen un sello de legitimidad en una vocación que se proyecta hacia un porvenir
distinto, precisamente porque lleva en si misma un designio generoso de cambios
humanos y sociales, en ámbitos que pueden ser muy amplios”.
Y eso es este
libro, un sueño inmenso, pero con los pies en la tierra.
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